El próximo fin de semana, el último de abril, hay varias conmemoraciones culinarias. De ahí que traiga hoy una de ellas, la de las gambas al ajillo. Esta tapa tiene su día grande el 29 de abril.
Lo primero, comentar que hay quien se refiere a las gambas como camarones. En España, la distinción es más por el tamaño, si es grande, gamba; si es pequeño, camarón. Incluso hay una denominada gamba arrocera, más destinada a dar sabor, en este caso, a los arroces. Si fueran muy pequeñas, quisquillas.
Otra curiosidad es que este crustáceo tiene su propio día mundial, el 21 de diciembre, al igual que su amigo el ajo. Sobre el ajo, ya hablé en otra entrada, siendo su día internacional el 18 de abril. Como imagino que querréis ir ya a la tapa culinaria, no me demoro.
Originario de Madrid, es uno de los platos o tapas más característicos de la gastronomía española por lo que se consume en muchas regiones, bares, restaurantes y hogares. Los ingredientes para unas buenas gambas al ajillo son básicamente tres: las gambas (peladas) rosadas, los ajos y el aceite de oliva. También suele añadirse perejil picado. De hecho, es como empezaríamos a prepararlas, sofriendo ajo laminado y perejil. De esta forma, los aromas de uno y otro se embeberán en el aceite.
Luego vendrán las gambas, que se retirarán cuando hayan alcanzado un bonito y apetecible color anaranjado. No hay que dejarlas mucho para que resulten jugosas y no resecas. El tema de la sal os lo dejo al gusto, mejor añadirla al final; catar la comida antes de servirla es una regla de oro en la cocina.
Hay quien le añade guindilla (o picante, en general), sobre todo, en los últimos momentos. O quien el perejil se lo añade espolvoreado al final, en el momento de servirlas. También quien opta por un chorrito de vino, normalmente blanco, ya que el tinto colorearía las gambas y lo interesante es que mantengan su delicioso color sin oscurecerlas. Sí que se trata de una tapa caliente, por lo que lo aconsejable es mantenerlas atemperadas hasta el momento de servirlas.
Una curiosidad es la de no pelarlas del todo, dejando el extremo fino con parte de la cáscara en el caso de que alguien quiera comerlas con la mano. Obviamente, es más pulcro pelarlas completamente y servise con tenedor corto o palillos, por ejemplo. Otra curiosidad es cuándo disfrutar de este plato, dado que la pesca de este crustáceo no es continua. La recomendación es no comprar ni consumir marisco, en general, entre mayo y agosto. Por ello, la regla aceptada es la quedar restringido a los meses con R (es decir, de septiembre a abril).
Esto de las fechas es importante ya que por ejemplo el 15 de junio se celebra el día mundial de la tapa. Algunos me diréis que un recurso fácil es aprovechar de las ventajas de los productos congelados, en este caso, de las gambas congeladas. Imagino que como buenos gastrónom@s habéis podido apreciar la diferencia entre degustar un plato con producto fresco o con congelado.
Volvamos a las curiosidades, por ejemplo, el tema de las cabezas. Lo habitual es que le se las pele por completo (salvo lo de la punta de la cola, como algo muy extraordinario). Dejar las cabezas, incluso pelando el resto, habrá quien lo justifique por el sabor extra que aportará al plato. Pero en la cabeza de los crustáceos se concentran sustancias que desde el punto de vista de la salud es mejor evitar. Cierto es que como de costumbre nadie va a comer excesivas cantidades de un solo alimento. Pero me parece oportuno indicar en este blog que en las cabezas del marisco se acumulan metales pesados, como el cadmio (está presente en otros alimentos en diferentes cantidades, por ejemplo, en las vísceras de animales) y que las autoridades sanitarias nos advierten sobre él. En todo caso, si caéis en la tentación de cocinarlas con las cabezas, mi sugerencia es que no se chupen estas. La salud ante todo.
Una ´curiosidad más sobre las gambas a la hora de pelarlas. Se aprecia enseguida una especie de hilo negro recorriendo el cuerpo, en la curvatura mayor. Lo aconsejable es quitarlo (no es muy complicado) no solo porque ahí, en ese hilo, pueden almacenar bacterias. También porque su sabor no es agradable y puede conferir cierto amargor al plato. Hoy no hablaré de los aportes nutricionales, os invito a que degustéis este plato y, si os animáis, a que propongáis vuestras propias variaciones.
Cita del día: El primer hombre que se atrevió a comer una ostra fue valiente. Jonathan Swift.
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